Las noticias vuelan

La noche anterior había decidido que iría a mi casa durante la tarde del día siguiente porque había dejado unos libros que necesitaría para preparar la próxima clase. Últimamente andaba más distraida que de costumbre, y necesitaba comenzar a concentrarme, o sino los planes no saldrían bien. Con ese último pensamiento me dormí... hasta el día siguiente.

Después de pasar la mañana organizando papeles con los progresos de los alumnos de mi casa decidí partir a la Mansión Whyte. Los miércoles no me tocaba dar clase, así que no me había asomado siquiera por los pasillos del colegio, donde se pronunciaba mi nombre más que de costumbre sin que yo me enterara. Salí justo a la hora que todos los alumnos solían estar en el comedor para cenar, y sin encontrarme con nadie salí del castillo bien abrigada para desaparecer tras sus rejas y aparecer en la cerca de la mansión donde me había criado.

Entré a la mansión y no me fue difícil notar que estaba vacía. De seguro tía Samantha se había quedado trabajando hasta tarde, y Lilliam estaba más ocupada que de costumbre con todos los problemas de Irlanda. Miré hacia el segundo piso y confirmé que todas las luces estaban apagadas. Levanté mis hombros algo triste por ello, pues echaba de menos los gritos propios de ese hogar que me recordaba a mi feliz y tierna infancia. Y sin más caminé hacia el salón privado que hacía las veces de la biblioteca de la casa. Con mi varita prendí una luz mágica que iluminó toda la sala cuadrada. Era acogedora, de paredes color mantequilla y muebles blanco invierno. Al fondo había una chimenea por donde se entraba cuando se viajaba con polvos flú, y sobre ella había un cuadro mágico donde aparecían las cuatro primas Whyte cuando teníamos cerca de diez años. El orgullo de la familia había dicho una vez el abuelo, aunque él no había vivido lo suficiente para siquiera imaginar en qué nos habíamos transformado.

Sonreí con ese pensamiento y me dirigí a un estante de madera donde habían tantos libros que era difícil siquiera decidirse por donde empezar. Cada niño de la casa tenía su espacio en esa biblioteca, y el mio estaba repleto por manuales de Transformación, poesía muggle y álbumes de fotos familiares. Sin pensarlo dos veces caminé hacia ahí y comencé a leer los títulos, recordando bien cuál necesitaba. "Maldición... lo debí haber anotado" pensé, llevando un mechón de cabello tras mi oreja mientras leía con calma.

Que día de doda, completamente asqueroso, lleno de problemas, en dos días debía partir hacía Irlanda, para enfrentarme a ese juicio que de seguro me sacaría de mis límites, pero en realidad eso no era lo que me hacía sentir esa asquerosa sensación de hastío no era ni más ni menos que la sensación esa de que estuvieran usando a mi familia.

Envié una lechuza a Hogwart pero me informaron que mi prima no se hallaba ahí, era su día libre así que sabía donde estaría: nuestra mansión, la mansión en la que habíamos crecido, y donde prometí que cuidaría de ellas, Sari era un año mayor que yo, pero yo solía ser menos inocente, siempre había procurado cuidarla, en nuestros años en Hogwart, en la pelea que habíamos tenido hace ya tantos años en el ministerio, siempre había velado por su bien y no dejaría que ahora tantos años después la lastimaran y menos si yo podía impedirlo, aunque eso me costará hasta el empleo.

Con tantos pensamientos en mi mente, solté un poco de polvo flu en la chimenea que se hallaba en mi oficina, cerré los ojos con fuerza.-Mansión Whyte- y de inmediato aparecí en la ala oeste de la casa, cerca de mi habitación, renegue interiormente por no haber pedido aparecer abajo.

-¿Sari?-

Pregunté al aire, mientras bajaba las escaleras de dos en dos como cuando era solo una niña, solté una carcajada sin querer que me bajo la rabia si había un lugar en esta casa donde Sari podía estar era junto a nuestros libros, sino estaba aquí no podría hablar con ella antes de viajar, y este asunto era urgente.

Al llegar a la librería pude ver su cabello rosado, desde lejos, la miré leyendo un libro de quien sabe que cosas, me quede observándola probablemente no había escuchado mi voz así que la miré por unos segundos.

Sari era tan diferente a mí, la admiraba mucho por ser tan fuerte interiormente, pero a la vez era demasiado inocente, demasiado quería que fuera feliz y Owen no era la mejor opción para ella, lo sabía ese tipo no llegaba a convencerme, al cabo de un rato decidí interrumpirla.

-Sari-

Ella me miró y yo clave mi mirada en sus ojos, tratando de que a lo que había venido no sonara tan mal como estaba en mi mente

Al final me había distrado tomando un libro de poesía y leyéndolo con calma. Durante años sólo eso me había hecho sentir, y con sentir me refiero a realmente sentir algo. Estos últimos quince años muchas veces me había despertado como muerta en vida, sólo eso... siguiendo el camino de siempre. Pero también me había sentido agradecida de estar viva al menos, de poder abrir los ojos y ver el cielo. Y en otros momentos volvía a ser feliz recordando momentos felices, viviendo esos momentos. Mas nada de eso me había hecho sentir realmente... o al menos sentir como estaba sintiendo últimamente.

Tan metida estaba en mis pensamientos que no había escuchado nada hasta que mi nombre fue pronunciado en la entrada del salón. Levanté la vista y me encontré con Ly. Le sonreí como siempre lo hacía cuando la veía y me acerqué a ella, abrazándola aún con el libro en la mano.

- Prima, que bueno que llegaste. La casa me estaba pareciendo demasiado silenciosa- reconocí con una risita. En los últimos días venía riéndome más que antes.

Solté a mi prima y volví hacia el estante, guardando el libro en él. Ya tendía tiempo para leer los mismos poemas que me sabía casi de memoria.

- ¿Y cómo va todo?- le pregunté recordando la edición de El Profeta de hace dos días-. Saliste en el diario. Ya veo que en el Ministerio todo debe estar hecho un desastre, ¿no?- pregunté sonriendo aún bajo la sombra de preocupación en mis ojos. No me era difícil reconocer estrés en la mirada de Ly. Ella siempre había sido muy estricta consigo misma, y con su responsabilidad en el ministerio seguiría siéndolo... no tenía duda alguna de ello.

Alzo una ceja ante las palabras de mi prima y tomo la revista que me había pasado. Cuando yo estaba en el colegio era una fanática de los chismes, pero con los años eso había cambiado. Prefería leer novelas que andar al tanto de todo lo que sucedía a mi alrededor. De cierta forma me había transformado en una persona bastante más reservada. Aunque al parecer el mundo no estaba interesado en ser reservado conmigo.

Mis ojos se abrieron impresionados mientras leía. ¿Qué era eso?. ¿Cómo pudieron saber?. Mis mejillas se sonrojaron al recordar ese día, la ida a ese pub, las palabras de Howard, el paseo del brazo por Londres muggle... y el beso en la noria.

- Ehm... pues- comencé a tartamudear. Siempre había sido una pésima mentirosa-, o sea, Howard... es decir, el Primer Ministro me mandó a llamar- confesé sintiendo que mis mejillas ardían-. Y después de eso salimos a ese pub, ya sabes, porque ambos teníamos demasiada hambre, y él me explicó que sólo en el mundo muggle podía evitar que lo acosaran periodistas-.

Hablaba mucho y rápido, como me pasaba cuando estaba nerviosa. Mis dedos jugaban con la puntas de mi cabello, y mis ojos miraban a mi prima, pero no con toda intensidad.

- Amas, aquí está el chocolate-

Interrumpió la voz de Laila. Yo me sentí muy agradecida y le sonreí acariciando su cabeza de forma amable. Tomé la taza caliente con mis dos manos y emití un suspiro.

Miré a Ly quien me hablaba en un tono serio. Antes habríamos bromeado de que apareciera mi nombre en una revista como esa, pero hoy podía notar que el impacto de una noticia así era distinto para ambas. Los años habían pasado sobre nosotras, y aunque aún éramos suficientemente jóvenes para ver un largo futuro... ya no éramos unas adolescentes que hablaban de chicos que siendo lindos, a pesar de ser idiotas, podían aceptarse.

Me habló de Howard Owen tal como siempre nosotras habíamos pensado de él. O al menos ese había sido mi pensamiento hace una semana atrás. Ahora algunas cosas habían cambiado, y no podía entender porque Ly lo odiaba tanto si al fin y al cabo no había hecho nada malo por la Comunidad Mágica, de hecho la realidad demostraba que todo su trabajo había proporcionado un gra bien para el mundo en el que vivíamos.

Entonces mi prima se agachó y yo la miré a la altura de mis rodillas. Sabía que Ly no me entendía ahora, pero si hablaba con ella como siempre lo había hecho, si le explicaba, si me daba a entender... entonces ella me entendería. O quizás lo aceptaría siquiera. Ly siempre me había acompañado en mis decisiones, aunque muchas veces no hubiesen sido las correctas, y eso siempre había proporcionado una grata tranquilidad a mi alma.

- Prima- comencé mirándola con una sonrisa dulce-. Yo pensaba igual que tú, sabes que lo hacía. ¿Cómo olvidar cuando nos quitó la autorización para indagar sobre lo que pasaba hace quince años?. Pero ahora, ya con treinta años, lo entiendo- Ly abría más los ojos y al parecer algo me iba a decir reprochando mis palabras. Yo la callé con un gesto acariciando los cabellos rojos de su nuca-. Éramos unos niños, Ly... unos niños que estaban creciendo antes de lo que correspondía-.

Mi tono de voz era suave, y aunque mis mejillas seguían arreboladas, mi mirada demostraba tranquilidad y, en cierto modo, una agradable emoción.

- Howard ha producido en mí algo que había olvidado y enterrado en lo más profundo de mi alma, Ly- mi sonrisa se dulcificó aún más y me agaché quedando a la misma altura de mi prima-. Pensé que después de lo de Tom, después de lo de mi hijo... nunca más iba a sentir nada, Ly. Pensé que estaba muerta por dentro. Incluso pensé que por algo Merlín me estaba castigando, porque ya no podía sentir emociones por mí misma más allá de cuando las leía en un libro- mi voz seguía serena, pero mis ojos parecían más acuosos, como si las lágrimas rebeldes lo estuviesen rodeando-. Y el otro día, mientras caminaba del brazo con Howard por Londres muggle, volví a sentir, Ly. Mi corazón volvió a latir. Me sentí humana y más que eso, me sentí mujer una vez más. Algo que había creído perdido del todo renació en mí-.

Mis ojos se llenaron de lágrimas no podía creer que un maldito como el jefe hubiese logrado que el corazón de mi prima reavivara después de tantos años, aunque me molestaba y demás que fuera él ¿por que tenía que meterse con mi prima?, por que con mi pequeña, con la cosa más inocente de este mundo, ¿POR QUE DEMONIOS ESE TIPO SE METÍA JUSTO CON MI FAMILIA?, que podía hacer para abrirle los ojos a mi prima para que ella se diera cuenta de la realidad, no lo sabía sinceramente pero era un proceso que a la larga se daría, algún día la rata de Howen sacaría las uñas.

-No sé que decirte Sari, solo se que no quiero que te emociones demasiado, por eso es que te lastiman por entregarte tan rápido, ten cuidado, prima ok, tal vez yo no lo conozco lo suficiente, pero vete con cuidado por favor-

Me levante con cuidado poniéndome de frente a ella, y le sonreí de lado al mirarla,¿ podía ser que fuese tan inocente de enamorarse?.

-PERO SI TE LASTIMA LE QUIEBRO LAS PIERNAS-

Dije señalándola seriamente, para que viera el peso de mis palabras, me valía madre quedarme sin empleo, si la lastimaba se las vería conmigo y entonces conocería de verdad mi mal humor, que hasta ahora estaba siendo una gatita tierna, pero si me hacía ser mala conocería lo letal que podía ser.

-¿Volverás a salir con él?-

Solté con expresión de asco mal disimulada

Sonreí al escuchar las palabras de mi prima y me puse de pie. Sabía que lo que me decía era porque se preocupaba por mí, y eso era lo que más había agradecido de ella, que siempre tenía tiempo en su ocupada agenta para velar por el bienestar de los demás. La abracé con fuerza y besé su mejilla. Sabía que su advertencia era real, y me imaginé a Lilliam entrando enojadísima a la oficina de Howard. Eso me produjo una suave risa.

Me alejé justo en el momento que la oía hacer aquella pregunta que me hizo sonrojarme de sobremanera. Mordí mi labio inferior y miré la punta de mis zapatos azules, los cuales tenían una pinta de barro.

- Me gustaría, pero...- alcé mis ojos y sonreí nerviosa-... no he sabido nada de él.

Mi tono de voz era decepcionado y mis ojos viajaron hacia aquella revista que podía tener consecuencias nefastas sobre lo que pasara conmigo y Howard, pues de seguro él ya había sufrido el escándalo de ese chisme. De todas formas sonreí, y devolví mi mirada a Ly.

- Quizás después de esta revista nunca más quiera salir conmigo. Pero aunque lamentaría mucho eso, no podría negarte que tan solo la tarde que pasé con él me hizo tan feliz que pase lo que pase en el futuro, sé que habrá valido la pena- mis ojos brillaban y tomé la mano de mi prima-. ¿Tú qué crees, Ly, querrá salir conmigo de nuevo?- le pregunté llena de dudas y atenta a su respuesta. Ly lo veía casi todos los días, y aunque tal vez tenía una percepción de él diferente a la mia, al menos sabría qué tanta importancia le tomaba Howard a los chismes.

En mi interior suplicaba que no le importaran para nada.

Las palabras de Ly me sacaron un gran peso de encima. Ella veía a Howard casi todos los días, así que había ciertas cosas de él que conocía, y que eran las que necesitaba para segui albergando una mínima esperanza en mi interior.

Comencé a juguetear con mi cabello y lo entrelacé en una trenza. Levanté la vista al sentir el olor a cigarrillo y arrugué mi nariz. Nunca me había gustado ese vicio, además de que cuando me rodeaba me daban ganas de estornudar.

- ¡Un tipo!- exclamé emocionada, riéndome junto a Ly. Tomé asiento en una de las butacas y llevé conmigo la taza de chocolate caliente que estaba tan rica como siempre-. Cuenta todo de él, ¿cómo lo conociste?-.

Le pregunto con una risita. Mi prima siempre se había fijado en un perfil muy típico de tipos, y decir que Ly siempre se hacía con los chicos que le gustaban. Ahora, de ahí a eso solían complicarse las cosas, pero al principio siempre era de lo más emocionante.

- De seguro es guapo, rudo, y acepta tu carácter leonino y explosivo- me río un poco más y poso la taza sobre mi regazo sujetandola con una mano. Ly siempre había sido muy buena para contar historias.

-Ufff-

Hice una expresión de despreocupe total, bastante poco usual en mi en estos tiempos pero antes así era yo lo recordaba con emoción, apagué el cigarrillo por respeto a la alergia de mi prima y me pusé de pie contaría todo con detalles.


-Era un día cualquiera en el ministerio, de hecho fue esta mañana- Ambas sonreímos.-La cosa es que como de costumbre fui a pelearme con el jefe tras recibir la citación del juicio con Irlanda, cuando la secretaria de Owen me vio le marco y de inmediato me vieron entrar justo cuando le contaba mi problema a el ministro.-Me volteé dramáticamente de lado para simular como lo había hecho en el despacho del ministro.-Entra este macho total como le describiste, guapo, rudo un león, me lo imagine así en todos sus aspectos-. Levante las cejas de manera coqueta y sonreí para continuar.

-Se llama Nathan y trabaja en el ministerio, el tipo es domador de Dragones según me dijo, el ministro me pidió que lo acompañara a los archivos, no se a que cosa por que de ahí no pase, pero prima es el hombre que he estado esperando toda mi vida, debiste verlo con su traje muggle de ejecutivo, tan malditamente comestible y sexy-

Me deje caer en el sofá dramáticamente, mientras ponía mi mano en mi frente, luego solté una carcajada.

-Es el tipo que necesito para salir de la maldita rutina, sabes que no quiero nada serio, pero me gustaría algo ocasional, pasional, leonino-

Solte un gruñido que intentaba ser como el de un león, mientras esperaba que mi prima me dijera algo.

-¿Que crees debo invitarlo a salir?-

La sonrisa en mi cara crece mientras escucho a Ly. En mi cabea se creaba una imagen mental de ese tal Nathan, un tipo de seguro con muchas aventuras si era un domador de Dragones, tal como decía ser. No me extrañaba que mi prima se fijara en un tipo así, ella siempre había tenido una inclinación por la aventura. En el fondo esa era una característica Whyte... nunca deciamos no a algo adrenalínico. Esa era una de las conclusiones a las que había llegado con el pasar de los años.

- Claro que sí, Ly!- exclamé de lo más emocionada. Mi mente viajaba muy rápido y ya me imaginaba una cita doble, aunque para ello tendría que derribar todos los prejuicios que mi prima tenía sobre Howard-. Sabes muy bien que ningún tipo se te negaría. Siempre has tenido una facilidad envidiable par ser el centro de atención frente a los chicos, sólo que muchas veces no te das cuenta de ello-.

Lo que decía era tan verdad como rosa era mi cabello. Ly tenía de esas personalidades ue atraía a tdo chico que mujara a una mujer fuerte, entretenida y con ganas de divertirse. Ir al extranjero de vacaciones con Ly era toda una experiencia, y habían pruebas fotográficas de ello en muchos de mis álbumes de recuerdos.

- Deberías decirle que fueran a bailar. Todo tipo que sepa bailar es para ti. Recuerda que la última vez que saliste con un mal bailarín terminaste lanzándolo sobre la fuente del ponche- y me reí recordando el último baile celebrad en Hogwarts cuando aún éramos alumnas. Esa sí que había sido una noche loca. Y no loca por buena, sino todo lo contrario.