Enemigos de Cuna (Scorpius Malfoy)

Maldición, el baño de chicas estaba inundado y yo necesitaba ir. Eso me pasaba por no haber hecho caso al eterno consejo de mi madre, y aguantarme más de lo conveniente durante la mañana después de beber casi un litro de zumo de naranja. Maldita mi sed y malditas mis ganas. El pasillo estaba vacío. Yo era la única que se veía a metros a la redonda. Sonreí ligeramente y sin pensarlo dos veces entré al baño de los chicos. Nunca había estado en ese lugar, el cual era muy parecido al nuestro, sólo que además de los cubículos habían unos cuantos urinarios pegados a la pared. No me detuve a observar con mayor detalle y entré al baño a hacer lo que debía hacer. Una vez que estuve lista tiré la cadena y suspiré por el alivio de sentir mi vejiga normal otra vez. Por suerte nadie me había encontrado ahí, así que sin más comencé a abrir la puerta del cubículo y escuché un par de pasos. Oooopsss... alguien había entrado al baño.

Nada más ni nada menos que Hurón Jr había hecho aparición por el baño. Sus manos expelían un aroma repugnante y sus ojos me miraron con intensidad cuando noté que se preocupó en cerrar la puerta. Yo encarqué una ceja observándolo con curiosidad. Estaba algo despeinado y se veía bastante molesto. Con eso sólo me daban más ganas de molestarlo, y nunca se debía perder oportunidad para hacer enojar al pequeño Malfoy.

- ¿Otra clase sin ganar puntos, Malfoy?- le pregunté con una sonrisa traviesa en mis labios mientras caminaba hacia los lavabos para limpiar también mis manos-. Así como vas serás otra vez más la vergüenza de tu casa- dije mientras el agua fría se colaba entre mis dedos. Mirando a Scorpius desde el reflejo del espejo y notando que estaba bastante despeinada... como toda una leona.

Siempre que lo molestaba sacaba lo de ser empollona. Aunque sabía que hablaba así porque envidiaba mis maravillosas y perfectas calificaciones sobre su mediocre desempeño en clases. Cerré la llave y lo miré en el reflejo del espejo cuando dijo las siguientes palabras. Yo arrugué mi ceño y esta vez me di media vuelta para mirarlo de frente.

- Que tú seas un putero, Malfoy, no significa que todas las chicas de este colegio sean putas- le aclaré con mis ojos brillantes. Para Malfoy todo era o pureza de sangre o sexo-. Además que al único que se le ocurriría tener sexo en un baño sucio durante horas de clases es a ti. De seguro tu cerebro no te da para otra cosa- mis labios sonrieron con zorna tras mi última frase y mis mejillas se arrebolaron de orgullo. Si Malfoy creía que se podía meter conmigo... estaba muy equivocado.

La sonrisa despareció de mi rostro y lo miré muy seria. ¿Qué se creía?. Me apresuré un paso hacia él demostrando firmeza y rudeza. Arrugé mi labio y mis ojos entrecerrados lo miraron sintiendo desde donde estaba el aroma mentolado que emanaba-. ¿Así que nadie me desea, Mafoy?- le pregunté acercándome cada vez más a él. Mis mejillas estaban encedidas y una de mis manos acariciaba la varita que estaba guardada en el bolsillo de mi chaqueta. Me detuve a medio metro de su cuerpo y no depegué mis ojos de los suyos. Jamás permitiría que Malfoy me tratara como una escoria. Él no tenía derecho alguno a tratarme así, y además yo no se lo permitiría. Que él y su blondo cabello se ubicaran y aprendiera que toda esa estupidez de la sangre era de lo más anticuado-. Se nota que tienen esos...- dije puntando con mi varita su parte inferior ( xD)-. ... pequeños, Malfoy. Si fueras más hombre sabrías lo equivocado que estás- le respondo con mi voz más ronca por la molestia. Mis ojos brillan y mi cabello parece aún más despeinado.

Maldito Malfoy. Que ganas de tomar su cuerpo pálido y cortarlo en muchas tiras frente a las serpientes de su casa. Arrugué el labio al oír sus palabras y lo miré directamente a los ojos, dejándole mostrar mi furia. Con un dedo apunte su rostro, sólo para no tentarme a hacerlo con mi varita, mientras mis mejillas arreboladas por el enojo me daban una presencia que denotaba que no bromeaba.

- ¡El único traidor eres tú!- le grité sin importarme que alguien me pudiera oír. Con la rabia se me había olvidado que estaba en el baño de los chicos, y aunque me acordara no me importaría en lo más mínimos-. ¡Eres único imbécil que sigue pensando de esa forma retrograda!- una sonrisa malévica se dibujó en mis labios y levanté una ceja pensando en lo que diría a continuación. Si hubiese estado con la varita en alto cualquiera habría imaginado que no era otra cosa que una maldición contra el pequeño hurón botador-. Ya verás cómo te terminarás enamorando de una sangre sucia, como le llamas, Malfoy. Ese será tu pequeño castigo-.

Mie sentí triunfadora con mi frase y me calmé un poco. La historia ya había dado resultados de cuál de los dos bandos tenía razón... y eso era algo que nadie ni nada podría negar. Los mortífagos habían sido destruidos y no habían más que secuelas de su pensamiento imperante. El mundo abía cambiado y por más que Scorpius hubiese sido criado por sus retrogrados padres, al fin y al cabo la sociedad y la realidad le demostrarían lo equivocado que estaba.

Sonreí con suficiencia a pesar de que se había atrevido a golpear mi mano. Era tan fácil hacer enojar a Scorpius que jamás me aburriría de ello. Me arreglé el cabello al verlo lavar su rostro. El timbre sonó y no me fue difícil oír la voz de los chicos que salían de sus clases rumbo a almorzar. Ya hacía hambre y todos corrían al gran comedor para probar lo que los elfos domésticos habían cocinado para ese día de otoño. Mi mirada se dirigió una vez más a Scorpius. Alcé una ceja y le mandé un beso al reflejo del espejo de forma coqueta sólo para fastidiarlo un poco más.

- Vive con esa maldición, Malfoy- le dije con una sonrisa ladeada. Y caminé hacia la puerta, saliendo del baño y riéndome como loca entre la gente. No sé porqué me satisfacía tanto ver a Scorpius molesto.

...o quizás sólo era que me gustaba ver su atención sobre mí.

Sacudí mi cabeza y seguí a la gente escalera abajo. Mi estómago había comenzado a crujir... y había heredado el apetito de mi querido padre.